San Diego está ubicado en Santiago centro. Su calle principal, del mismo nombre, comienza en la Alameda, dando paso al “Tradicional Paseo del Libro”. Después de cruzar Alonso de Ovalle, el barrio se inunda completamente de locales comerciales que ofrecen los más variados productos: desde bicicletas y computadores, hasta el clásico pernil y la parrillada. Dentro de sus calles descuidadas, se encuentran lugares emblemáticos como el Teatro Caupolicán o el Cine Normandie, los que a pesar de sus años de existencia, siguen en pie y cautivando al público.
Un barrio difícil de olvidar para aquellos que lo conocieron antes de que sus fachadas descascaradas comenzaran a mostrar el abandono. Un barrio que vacila pero que no se rinde, cambiando su prioridad del “paseo familiar” por la del comercio.
En las próximas crónicas veremos que los Juegos Diana están en vías de extinción. A pesar de que en su minuto fueron la atracción para todo público, hoy poco queda de eso. También veremos cómo una de las fachadas más importantes del barrio se cae a pedazos. Es el clásico cine Normandie el que está en juego y lamentablemente nadie se hace responsable. Por ultimo se hace hincapié al “Paseo Tradicional del Libro”. Sabremos cómo se creo y qué importancia tiene dentro del barrio. A continuación una breve información sobre las cosas importantes que debemos saber de San Diego.
jueves, 29 de noviembre de 2007
INFORMACIÓN SOBRE EL BARRIO
La calle San Diego se encuentra en el centro de nuestra capital. Comienza en la Alameda a la altura del metro Universidad de Chile y algunas de sus principales calles son: Tarapacá, Alonso de Ovalle, Santa Isable, Av.Matta y Arturo Pratt. Por el oeste topa con el Barrio Cívico y por el este con el Barrio París-Londres. Es conocido popularmente por sus locales comerciales y sobretodo por la venta de libros y bicicletas. también concentra bastante com
ercio tecnológico, como son los computadores, equipos de música, etc. Algunos de sus principales puntos de atracción son: la Plaza Almagro, el Palacio Causiño, el Teatro Caupolicán, el Teatro Cariola, el Cine Arte Normandie, los Juegos Diana y el Instituo Nacional, entre otros.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVfOrlPsbxcd8xSckp81d75CS2_Pn6vSWpgzw0FTejoldJAHdXRjqNkr_2JzHBsbdn3asoGszptpEbLlv3EdfA3DHut20sFqCTsoscgafZgqW-hs1KDGd4uU4hndHz687IVa-BUxYdmtQ/s320/CAUPOLICAN.jpg)
ADMINISTRACIÓN
Pertenece al Distrito Electoral nº22 y a la 7ª Circunscripción Senatorial. Es representada en la cámara de Diputados del Congreso Nacional por los diputados Carolina Tohá del PPD y Alberto Cardemil, Independiente pro UDI. A su vez, es representada en el Senado por los senadores Jovino Novoa de la UDI y Guido Girardi del PPD. La ilustre Municipalidad de Santiago es dirigida por el Alcalde Raúl Alcahíno Lihn, el cual es asesorado por los concejales:
Ximena Lyon (PDC)
Jaime Tohá (IND/PS)
Leonardo Véliz (IND/PPD)
Álvaro Undurraga (RN)
Gerardo Guzmán (PDC)
Felipe Alessandri (RN)
Juan Jorge Lazo (UDI)
DEMOGRAFÍA
La comuna posee una superficie de 22,4 km2 y una población total de 200.792 habitantes, de los cuales 101.637 son mujeres y 99.155 hombres. La clase social presominante es la baja y alberga al 3,31% de la población regional.
PRINCIPALES PROBLEMAS
Sus principales problemas son: la delincuencia, el comercio ambulante y el descuido de las fachadas. Debido a la antiguedad de los edificios, hay varios que están en muy mal estado y que causan problemas a los habitantes.
JUEGOS DIANA A PUNTO DE RENDIRSE BAJO UN OCASO INMINENTE
Las risas y gritos de niños corriendo por lo rincones más escondidos del local, no son más que un recuerdo. Las paredes se descascaran y sus juegos hoy sólo acumulan polvo. Amenazado por la imparable extinción, los juegos Diana luchan por subsistir en una sociedad donde el play station y el computador se han convertido en la mejor forma de pasatiempo. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4GxM6cGgwxwzxibOIkPleDcTWqNIqv8J3XQNZxAANt_3uiA_qpdhjUchcK4ktMPjctW2tqUmP2vPr8G1T1cNanyiPg27bg91dNh37I2Se3owQDSNusqZ_8lO0IvrfsVwZiYvmz_jA2Y/s320/JUEGOS+DIANA.jpg)
En la década del 30’ la novedad de los Juegos Diana atraía a todo público; niños y adultos, le daban vida a la rueda, al carrusel y a las instalaciones que conformaban esta antigua fachada de la calle San Diego. No había domingo en que los pasillos del galpón estuvieran solos.
Los Juegos Diana fueron creados por Roberto Zúñiga Penailillo en 1934. Hoy, su hijo Enrique está a cargo de esta herencia y ha sido partícipe de su innegable desgaste. Aunque sabe que cuenta con un público casi olvidado, pretende renacer los juegos para que algún día vuelvan a ser como antes. Es una tarea que se la enmendó su padre y por esto se niega rotundamente a emprender retirada. Tiene un plan de restauración, en el que máquinas, como los flipper, se convertirían en la mayor atracción y las fachadas intentarían luchar en contra de la erosión que le ha dado el tiempo. Es así como han creado nuevas atracciones más ad-hoc a los tiempos: el spaceball 2007 (con el que se siente la gravedad a cero) y el toro mecánico, entre otros.
Mariana Bunster, de 84 años, vivió toda su infancia en el Barrio San Diego, cerca de los juegos. Con sus hermanas podían pasar todo el día haciendo las interminables colas para subirse a la rueda o para el carrusel. Hoy los recuerda con nostalgia. Lamenta lo que sucede con los juegos. “A veces voy para el barrio San Diego y les hecho una miradita. Es una pena ver que la entrada esta prácticamente vacía y que la mayoría de las maquinas estén con la pintura a mal traer y descascarada”. Los algodones rosados eras un clásico y aun no eran sustituidos por los helados atestados de colorantes ni por la comida chatarra.
Con un público pequeño pero fiel, los juegos Diana se niegan a cerrar sus puertas. Norma Díaz, actual anfitriona y lleva más de trece anos trabajando ahí. “Los juegos aún no se van a cerrar. Ni el próximo año, ni en muchos años más. Son una tradición memorable y es muy difícil aceptar la derrota”.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4GxM6cGgwxwzxibOIkPleDcTWqNIqv8J3XQNZxAANt_3uiA_qpdhjUchcK4ktMPjctW2tqUmP2vPr8G1T1cNanyiPg27bg91dNh37I2Se3owQDSNusqZ_8lO0IvrfsVwZiYvmz_jA2Y/s320/JUEGOS+DIANA.jpg)
En la década del 30’ la novedad de los Juegos Diana atraía a todo público; niños y adultos, le daban vida a la rueda, al carrusel y a las instalaciones que conformaban esta antigua fachada de la calle San Diego. No había domingo en que los pasillos del galpón estuvieran solos.
Los Juegos Diana fueron creados por Roberto Zúñiga Penailillo en 1934. Hoy, su hijo Enrique está a cargo de esta herencia y ha sido partícipe de su innegable desgaste. Aunque sabe que cuenta con un público casi olvidado, pretende renacer los juegos para que algún día vuelvan a ser como antes. Es una tarea que se la enmendó su padre y por esto se niega rotundamente a emprender retirada. Tiene un plan de restauración, en el que máquinas, como los flipper, se convertirían en la mayor atracción y las fachadas intentarían luchar en contra de la erosión que le ha dado el tiempo. Es así como han creado nuevas atracciones más ad-hoc a los tiempos: el spaceball 2007 (con el que se siente la gravedad a cero) y el toro mecánico, entre otros.
Mariana Bunster, de 84 años, vivió toda su infancia en el Barrio San Diego, cerca de los juegos. Con sus hermanas podían pasar todo el día haciendo las interminables colas para subirse a la rueda o para el carrusel. Hoy los recuerda con nostalgia. Lamenta lo que sucede con los juegos. “A veces voy para el barrio San Diego y les hecho una miradita. Es una pena ver que la entrada esta prácticamente vacía y que la mayoría de las maquinas estén con la pintura a mal traer y descascarada”. Los algodones rosados eras un clásico y aun no eran sustituidos por los helados atestados de colorantes ni por la comida chatarra.
Con un público pequeño pero fiel, los juegos Diana se niegan a cerrar sus puertas. Norma Díaz, actual anfitriona y lleva más de trece anos trabajando ahí. “Los juegos aún no se van a cerrar. Ni el próximo año, ni en muchos años más. Son una tradición memorable y es muy difícil aceptar la derrota”.
martes, 27 de noviembre de 2007
¡CINE NORMANDIE SE CAE A PEDAZOS!
La fachada del edificio que alberga al tradicional cine “Normandie”, ubicado en la calle Zenteno 184, esquina con Tarapacá, está pronta a derrumbarse. Es así como lo muestran sus balcones, de los cuales a diario se desprenden pedazos de cemento que arriesgan tanto la vida de los propietarios como la de los peatones que caminan por ahí.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUgviwCkfIqz0Xgrr28iwfD9Sq54Pm9dUaXIDGR6a88-wvTJwOkkozhJnTR0MBYfuFLzghpkgkwefoyxnmttCMORsu8TcsLOso8EuZ5Wq7pzTYk1cNDmrOrWvMLxQlE6TmYPZlJsD7yec/s320/normandie_logo.gif)
El edificio que podríamos recordar como el más importante del cine arte chileno, hoy se ha convertido en un verdadero problema: años cautivando al público, hicieron que más temprano que tarde comenzara a mostrar los primeros síntomas del desgaste.
Nicolás Orellana es testigo del grave deterioro que está sufriendo el cine. El lunes pasado, él caminaba por la vereda de la calle Tarapacá, cuando sorpresivamente un pedazo de hormigón cayó del edificio y le golpeó la cabeza. “Yo he presenciado e incluso he sido víctima de lo que está ocurriendo con esta fachada. Me preocupa porque tengo que caminar todos los días por aquí y sé que mucha gente hace lo mismo. Como siempre en Chile, se van a comenzar a tomar las medidas cuando muera alguien”, dice Nicolás.
El cine, con sus paredes descascaradas y desteñidas, está en condiciones deplorables. El gran problema es que nadie puede hacer nada, excepto los propietarios, quienes, según Patricia Ohmke, presidenta de la Administración del edificio, no están dispuestos a pagar ni un peso para la reparación correspondiente. Desde que ella asumió el cargo, hace dos años atrás, que ha tratado de persuadir a los copropietarios para que restauren sus terrazas. Sin embargo no ha obtenido ni una respuesta. Ni la constructora ni el gobierno quieren hacerse cargo de un edificio que tiene más de cincuenta años. En definitiva, el derrumbe del cine avanza a un paso acelerado y nadie quiere ser el responsable.
CAPREDENA, Caja de Previsión de la Defensa Nacional, es la institución que construyó el edificio y que aún es dueño del 25%. Son propietarios del cine y de los estacionamientos, pero se niegan a invertir dinero para arreglar la fachada. Dicen que es responsabilidad que cada dueño y que ellos no están dispuestos a responder por el desgaste que presenta el edificio.
El derrumbamiento de las terrazas no es el único síntoma de destrucción que presenta el cine.
Maritza Núñez, de 58 años y dueña del 502, cuenta que durante el invierno se inundó más de tres veces, debido a que el propietario del departamento de arriba cambió el uso del suelo y expandió su terraza. Ella es parte del directorio de la administración, y al igual que Patricia lleva dos años luchando para que los propietarios se comprometan con la fachada.
El jueves de la semana pasada, Patricia, Maritza y otras dos mujeres que integran el directorio, enviaron una carta a todos los propietarios de los 83 departamentos. Ésta señala que varios transeúntes que caminaban por la calle Tarapacá, se quejaron debido al desprendimiento de los residuos de los balcones. Es por ello que los invitan a tomar las medidas del caso, pues la Administración no se hará responsable y si hay un accidente mayor, los más perjudicados serán ellos mismos. Las cuatro mujeres que integran el directorio les darán un plazo de restauración que no comprenderá más de dos meses y si no cumplen serán sancionados y demandados.
Los casi 60 años que lleva en pie el cine definitivamente pesan y si no hay un plan inmediato de restauración, se derrumbará por completo.
LOS LIBROS ESTÁN DE ANIVERSARIO
El próximo 12 de diciembre se cumplen diez años desde que el “Paseo tradicional” fue creado. El famoso barrio San Diego no sería lo mismo sin este escabroso pasaje que abre las puertas al mundo de la lectura y cultura chilena.
Francisco Flores, actual presidente de la junta de la compra y venta de libros de la galería, recuerda con nostalgia aquel día en que, tras meses de esfuerzo, la municipalidad de Santiago, que en ese entonces estaba a cargo de Jaime Rabinet de la Fuente, les tendió una mano y los ayudó a salir adelante, permitiéndoles la instalación de veinte puestos a lo largo de la primera cuadra, viniendo por la Alameda, en la calle San Diego.
Todo comenzó cuando, por decisión del gobierno, los kioscos ubicados en la Alameda fueron removidos hacia la calle Alonso de Ovalle, lugar en donde estaban antiguamente instaladas las galerías de libros. “Nosotros estábamos felices, hasta que llegaron un centenar de vendedores a opacar nuestro trabajo. No se podía trabajar, necesitábamos nuestro propio espacio”, cuenta uno de los vendedores del paseo. Y así fue como trasformaron una calle opacada, transitaba por automóviles, en una sólo para peatones y, según ellos, especial y llena de vida cultural. En ello se pueden encontrar los más variados libros, desde ediciones especiales escolares hasta las novelas más recónditas de mundo de la literatura. También se ofrecen libros usados o nuevos, los que varías entre los $2.000 y los $22.000 pesos aproximadamente.
El “Paseo tradicional del libro” es de los pocos establecimientos enteramente dedicados a la lectura que van quedando en nuestra capital. Tal como dice su presidente, la lectura es algo que se ha ido disminuyendo fuertemente y por lo tanto su venta ya no es la misma que hace diez años atrás. Lamentablemente son pocos los meses en que hay una fuerte demanda ya que se da sólo al comienzo del período escolar, lo que genera que muchas veces se vean en situaciones críticas. Igualmente cabe rescatar que año a año, sin importar cuan bueno haya sido el saldo final, los veinte vendedores se juntan para donar un centenar de libros a la municipalidad, la que la lleva, a su vez, a los establecimientos escolares más pobres de la comuna.
Manuel Tobar Pérez, es el antiguo presidente de la asociación de vendedores de libros y el responsable de que la municipalidad los haya percatado y, finalmente, instalado en donde están hoy día. Al morir, Francisco Flores tomó el mando y decidió conmemorarlo poniéndole al paseo el nombre del difunto y también instalando un panel al comienzo de la galería en donde se le recuerda a diario por sus antiguos colegas. Desde el tiempo de Tobar Pérez que todos los vendedores se juntan una vez al mes para hablar de sus proyectos y disgustos. “Muchas veces nos llegan alegatos de los clientes porque algún colega lo atendió mal, y es ahí donde yo tengo que poner mano firme”, dice Flores, moviendo sus manos con firmeza. Y es que, aunque las ganancias de un kiosco con el otro no tienen nada que ver, igualmente son una asociación y deben juntarse para combatir la ardua competencia que se les presenta actualmente.
Con 50 millones de pesos donados por la municipalidad y un préstamo del banco para construir los kioscos, estos memorables vendedores de libros crearon hace ya diez años lo que es hoy, quizá no una galería moderna y en las mejores condiciones, pero sí un especial e ilustre pasadizo en donde muchas veces la velocidad de la ciudad se sobrepone y no se percata este excepcional paseo, que logró subsistir a la competencia del barrio que a diario se convierte en uno de los más comerciantes de la capital.
Francisco Flores, actual presidente de la junta de la compra y venta de libros de la galería, recuerda con nostalgia aquel día en que, tras meses de esfuerzo, la municipalidad de Santiago, que en ese entonces estaba a cargo de Jaime Rabinet de la Fuente, les tendió una mano y los ayudó a salir adelante, permitiéndoles la instalación de veinte puestos a lo largo de la primera cuadra, viniendo por la Alameda, en la calle San Diego.
Todo comenzó cuando, por decisión del gobierno, los kioscos ubicados en la Alameda fueron removidos hacia la calle Alonso de Ovalle, lugar en donde estaban antiguamente instaladas las galerías de libros. “Nosotros estábamos felices, hasta que llegaron un centenar de vendedores a opacar nuestro trabajo. No se podía trabajar, necesitábamos nuestro propio espacio”, cuenta uno de los vendedores del paseo. Y así fue como trasformaron una calle opacada, transitaba por automóviles, en una sólo para peatones y, según ellos, especial y llena de vida cultural. En ello se pueden encontrar los más variados libros, desde ediciones especiales escolares hasta las novelas más recónditas de mundo de la literatura. También se ofrecen libros usados o nuevos, los que varías entre los $2.000 y los $22.000 pesos aproximadamente.
El “Paseo tradicional del libro” es de los pocos establecimientos enteramente dedicados a la lectura que van quedando en nuestra capital. Tal como dice su presidente, la lectura es algo que se ha ido disminuyendo fuertemente y por lo tanto su venta ya no es la misma que hace diez años atrás. Lamentablemente son pocos los meses en que hay una fuerte demanda ya que se da sólo al comienzo del período escolar, lo que genera que muchas veces se vean en situaciones críticas. Igualmente cabe rescatar que año a año, sin importar cuan bueno haya sido el saldo final, los veinte vendedores se juntan para donar un centenar de libros a la municipalidad, la que la lleva, a su vez, a los establecimientos escolares más pobres de la comuna.
Manuel Tobar Pérez, es el antiguo presidente de la asociación de vendedores de libros y el responsable de que la municipalidad los haya percatado y, finalmente, instalado en donde están hoy día. Al morir, Francisco Flores tomó el mando y decidió conmemorarlo poniéndole al paseo el nombre del difunto y también instalando un panel al comienzo de la galería en donde se le recuerda a diario por sus antiguos colegas. Desde el tiempo de Tobar Pérez que todos los vendedores se juntan una vez al mes para hablar de sus proyectos y disgustos. “Muchas veces nos llegan alegatos de los clientes porque algún colega lo atendió mal, y es ahí donde yo tengo que poner mano firme”, dice Flores, moviendo sus manos con firmeza. Y es que, aunque las ganancias de un kiosco con el otro no tienen nada que ver, igualmente son una asociación y deben juntarse para combatir la ardua competencia que se les presenta actualmente.
Con 50 millones de pesos donados por la municipalidad y un préstamo del banco para construir los kioscos, estos memorables vendedores de libros crearon hace ya diez años lo que es hoy, quizá no una galería moderna y en las mejores condiciones, pero sí un especial e ilustre pasadizo en donde muchas veces la velocidad de la ciudad se sobrepone y no se percata este excepcional paseo, que logró subsistir a la competencia del barrio que a diario se convierte en uno de los más comerciantes de la capital.
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