Las risas y gritos de niños corriendo por lo rincones más escondidos del local, no son más que un recuerdo. Las paredes se descascaran y sus juegos hoy sólo acumulan polvo. Amenazado por la imparable extinción, los juegos Diana luchan por subsistir en una sociedad donde el play station y el computador se han convertido en la mejor forma de pasatiempo. ![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4GxM6cGgwxwzxibOIkPleDcTWqNIqv8J3XQNZxAANt_3uiA_qpdhjUchcK4ktMPjctW2tqUmP2vPr8G1T1cNanyiPg27bg91dNh37I2Se3owQDSNusqZ_8lO0IvrfsVwZiYvmz_jA2Y/s320/JUEGOS+DIANA.jpg)
En la década del 30’ la novedad de los Juegos Diana atraía a todo público; niños y adultos, le daban vida a la rueda, al carrusel y a las instalaciones que conformaban esta antigua fachada de la calle San Diego. No había domingo en que los pasillos del galpón estuvieran solos.
Los Juegos Diana fueron creados por Roberto Zúñiga Penailillo en 1934. Hoy, su hijo Enrique está a cargo de esta herencia y ha sido partícipe de su innegable desgaste. Aunque sabe que cuenta con un público casi olvidado, pretende renacer los juegos para que algún día vuelvan a ser como antes. Es una tarea que se la enmendó su padre y por esto se niega rotundamente a emprender retirada. Tiene un plan de restauración, en el que máquinas, como los flipper, se convertirían en la mayor atracción y las fachadas intentarían luchar en contra de la erosión que le ha dado el tiempo. Es así como han creado nuevas atracciones más ad-hoc a los tiempos: el spaceball 2007 (con el que se siente la gravedad a cero) y el toro mecánico, entre otros.
Mariana Bunster, de 84 años, vivió toda su infancia en el Barrio San Diego, cerca de los juegos. Con sus hermanas podían pasar todo el día haciendo las interminables colas para subirse a la rueda o para el carrusel. Hoy los recuerda con nostalgia. Lamenta lo que sucede con los juegos. “A veces voy para el barrio San Diego y les hecho una miradita. Es una pena ver que la entrada esta prácticamente vacía y que la mayoría de las maquinas estén con la pintura a mal traer y descascarada”. Los algodones rosados eras un clásico y aun no eran sustituidos por los helados atestados de colorantes ni por la comida chatarra.
Con un público pequeño pero fiel, los juegos Diana se niegan a cerrar sus puertas. Norma Díaz, actual anfitriona y lleva más de trece anos trabajando ahí. “Los juegos aún no se van a cerrar. Ni el próximo año, ni en muchos años más. Son una tradición memorable y es muy difícil aceptar la derrota”.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4GxM6cGgwxwzxibOIkPleDcTWqNIqv8J3XQNZxAANt_3uiA_qpdhjUchcK4ktMPjctW2tqUmP2vPr8G1T1cNanyiPg27bg91dNh37I2Se3owQDSNusqZ_8lO0IvrfsVwZiYvmz_jA2Y/s320/JUEGOS+DIANA.jpg)
En la década del 30’ la novedad de los Juegos Diana atraía a todo público; niños y adultos, le daban vida a la rueda, al carrusel y a las instalaciones que conformaban esta antigua fachada de la calle San Diego. No había domingo en que los pasillos del galpón estuvieran solos.
Los Juegos Diana fueron creados por Roberto Zúñiga Penailillo en 1934. Hoy, su hijo Enrique está a cargo de esta herencia y ha sido partícipe de su innegable desgaste. Aunque sabe que cuenta con un público casi olvidado, pretende renacer los juegos para que algún día vuelvan a ser como antes. Es una tarea que se la enmendó su padre y por esto se niega rotundamente a emprender retirada. Tiene un plan de restauración, en el que máquinas, como los flipper, se convertirían en la mayor atracción y las fachadas intentarían luchar en contra de la erosión que le ha dado el tiempo. Es así como han creado nuevas atracciones más ad-hoc a los tiempos: el spaceball 2007 (con el que se siente la gravedad a cero) y el toro mecánico, entre otros.
Mariana Bunster, de 84 años, vivió toda su infancia en el Barrio San Diego, cerca de los juegos. Con sus hermanas podían pasar todo el día haciendo las interminables colas para subirse a la rueda o para el carrusel. Hoy los recuerda con nostalgia. Lamenta lo que sucede con los juegos. “A veces voy para el barrio San Diego y les hecho una miradita. Es una pena ver que la entrada esta prácticamente vacía y que la mayoría de las maquinas estén con la pintura a mal traer y descascarada”. Los algodones rosados eras un clásico y aun no eran sustituidos por los helados atestados de colorantes ni por la comida chatarra.
Con un público pequeño pero fiel, los juegos Diana se niegan a cerrar sus puertas. Norma Díaz, actual anfitriona y lleva más de trece anos trabajando ahí. “Los juegos aún no se van a cerrar. Ni el próximo año, ni en muchos años más. Son una tradición memorable y es muy difícil aceptar la derrota”.
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