El próximo 12 de diciembre se cumplen diez años desde que el “Paseo tradicional” fue creado. El famoso barrio San Diego no sería lo mismo sin este escabroso pasaje que abre las puertas al mundo de la lectura y cultura chilena.
Francisco Flores, actual presidente de la junta de la compra y venta de libros de la galería, recuerda con nostalgia aquel día en que, tras meses de esfuerzo, la municipalidad de Santiago, que en ese entonces estaba a cargo de Jaime Rabinet de la Fuente, les tendió una mano y los ayudó a salir adelante, permitiéndoles la instalación de veinte puestos a lo largo de la primera cuadra, viniendo por la Alameda, en la calle San Diego.
Todo comenzó cuando, por decisión del gobierno, los kioscos ubicados en la Alameda fueron removidos hacia la calle Alonso de Ovalle, lugar en donde estaban antiguamente instaladas las galerías de libros. “Nosotros estábamos felices, hasta que llegaron un centenar de vendedores a opacar nuestro trabajo. No se podía trabajar, necesitábamos nuestro propio espacio”, cuenta uno de los vendedores del paseo. Y así fue como trasformaron una calle opacada, transitaba por automóviles, en una sólo para peatones y, según ellos, especial y llena de vida cultural. En ello se pueden encontrar los más variados libros, desde ediciones especiales escolares hasta las novelas más recónditas de mundo de la literatura. También se ofrecen libros usados o nuevos, los que varías entre los $2.000 y los $22.000 pesos aproximadamente.
El “Paseo tradicional del libro” es de los pocos establecimientos enteramente dedicados a la lectura que van quedando en nuestra capital. Tal como dice su presidente, la lectura es algo que se ha ido disminuyendo fuertemente y por lo tanto su venta ya no es la misma que hace diez años atrás. Lamentablemente son pocos los meses en que hay una fuerte demanda ya que se da sólo al comienzo del período escolar, lo que genera que muchas veces se vean en situaciones críticas. Igualmente cabe rescatar que año a año, sin importar cuan bueno haya sido el saldo final, los veinte vendedores se juntan para donar un centenar de libros a la municipalidad, la que la lleva, a su vez, a los establecimientos escolares más pobres de la comuna.
Manuel Tobar Pérez, es el antiguo presidente de la asociación de vendedores de libros y el responsable de que la municipalidad los haya percatado y, finalmente, instalado en donde están hoy día. Al morir, Francisco Flores tomó el mando y decidió conmemorarlo poniéndole al paseo el nombre del difunto y también instalando un panel al comienzo de la galería en donde se le recuerda a diario por sus antiguos colegas. Desde el tiempo de Tobar Pérez que todos los vendedores se juntan una vez al mes para hablar de sus proyectos y disgustos. “Muchas veces nos llegan alegatos de los clientes porque algún colega lo atendió mal, y es ahí donde yo tengo que poner mano firme”, dice Flores, moviendo sus manos con firmeza. Y es que, aunque las ganancias de un kiosco con el otro no tienen nada que ver, igualmente son una asociación y deben juntarse para combatir la ardua competencia que se les presenta actualmente.
Con 50 millones de pesos donados por la municipalidad y un préstamo del banco para construir los kioscos, estos memorables vendedores de libros crearon hace ya diez años lo que es hoy, quizá no una galería moderna y en las mejores condiciones, pero sí un especial e ilustre pasadizo en donde muchas veces la velocidad de la ciudad se sobrepone y no se percata este excepcional paseo, que logró subsistir a la competencia del barrio que a diario se convierte en uno de los más comerciantes de la capital.
martes, 27 de noviembre de 2007
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